El sistema de innovación está formado por una red de instituciones públicas y privadas en interacción. Uno de los agentes principales es la empresa privada, en la que la innovación debe constituir una herramienta indispensable para el incremento de la competitividad. La propia empresa privada puede llevar a cabo programas de innovación mediante la investigación y desarrollo de nuevas tecnologías o la importación de las mismas, puesta en marcha de sistemas de calidad en la gestión, mejoras en los procesos productivos etc.
Sin embargo la realidad muestra que en la actualidad solo un pequeño porcentaje de las empresas españolas es capaz de desarrollar un esfuerzo significativo en innovación empleando únicamente sus propios recursos...
Por ello es necesario el concurso de otros agentes como son las instituciones públicas, privadas o mixtas dedicadas al impulso de la innovación. Esto es, la administración pública, el sistema público de desarrollo de I+D+i, fundaciones para el fomento de la innovación y centros tecnológicos con la función de dotar de instrumentos a las empresas para la innovación, mediante el desarrollo de labores de divulgación, la creación de un entorno innovador, políticas de incentivos que promuevan la inversión, compra pública de tecnología, fomento de mercados innovadores etc.
Igualmente indispensables resultan el sistema educativo y las actividades de formación, cuya función es formar a profesionales en los valores y hábitos de una sociedad innovadora creando una cultura empresarial de la innovación.
Sin embargo, la toma de decisiones relacionadas con la actividad tecnológica y la innovación está determinada por el contexto institucional en el que se llevan a cabo. Toda empresa posee una estructura organizativa jerarquizada en la que la consecución de los objetivos administrativos adquiere mayor relevancia que los argumentos de tipo técnico. Con frecuencia la función de la estructura organizativa no es satisfacer las demandas de científicos e ingenieros, planteadas en función de sus respectivos conocimientos científicos y con relación a la resolución de cuestiones técnicas o posibles mejoras en el proceso productivo. Por el contrario, la función de la estructura es asegurar el cumplimiento de los objetivos administrativos adoptados por las estancias superiores de dicha estructura.
El gestor de la innovación en la empresa se debe al cumplimiento de los objetivos que le asignan sus superiores en la jerarquía, asume como propios dichos objetivos y los traslada al siguiente escalón. El departamento técnico o gabinete científico se transforma de esta forma en una especie de versión contemporánea del mundo de las ideas de Platón, un estamento situado en una realidad paralela a la administrativa, una suerte de gabinete visionario con el que el gestor de la innovación debe negociar para salvaguardar sus intereses y en ocasiones un rival con el que debe competir para asegurar la consecución de los objetivos planteados por la jerarquía de la empresa. El científico debe plantear sus propuestas en términos administrativos y la selección de éstas se lleva a cabo siguiendo criterios administrativos. Una propuesta de innovación tecnológica considerada necesaria, útil y rentable por todos los estamentos de la empresa puede no llevarse a cabo simplemente por haber sido planteada un día después de la fecha de cierre del presupuesto de innovación para el año siguiente. La innovación adquiere una dimensión política en la que intervienen juicios de valor e intereses personales.
Pero el proceso de innovación no ha de partir necesariamente de departamentos de investigación y desarrollo de la propia empresa o de instituciones públicas. En muchas ocasiones en el proceso de innovación se producen mecanismos de retroalimentación que parten de los usuarios de una tecnología, de los empleados que trabajan en el proceso de producción o del cliente final receptor de dicha tecnología. Estos agentes, disponen de una información de gran importancia generada a partir de la propia experiencia en el uso de una tecnología o de un producto o servicio. Para que esta información sea incorporada al proceso innovador, deben existir estructuras que hagan posible dicha retroalimentación, mediante redes que permitan un flujo ascendente de información hacia los departamentos de investigación si es que existen o bien permitan integrar esta información para introducir mejoras. Estas redes pueden consistir en políticas empresariales de seguimiento del grado de satisfacción del cliente orientadas a recoger sus experiencias y sugerencias sobre el producto. Otro aspecto importante es la formación de los trabajadores involucrados en el proceso productivo con el objeto de fomentar su participación en la innovación. El trabajador debe tener la formación necesaria y ser sensible a los aspectos relacionados con la mejora del proceso y del producto. A menudo la inexistencia de un departamento de investigación propiamente dicho en una empresa hace que éste sea el único motor de la innovación. La intensidad con la que se producen estas microinnovaciones está determinada por factores socioculturales, como la existencia o no de una cultura de la innovación, la situación del mercado para el producto o servicio ofertado etc.
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